El silencio se abrió paso tras la ensordecedora explosión. No recuerdo bien si fue que todos acallamos o si fue la presión en mi cabeza al contraerse mi respiración, pero de repente no oía nada. En cuestión de segundos, mientras veía el edificio desplomarse al final de la calle algo, cambió dentro de mí.
El viento acalorado de las llamas no me hizo inmutarme, pues sólo pensaba en todas las vidas que se habían apagado después de que ese bastardo apretase el botón.
Tantas familias se habían quedado incompletas, tantas personas con una vida cada una… se habían extinguido, por la ira de un sólo individuo.
Frente a nosotros, el verdugo reía a carcajadas mientras lanzaba al aire el detonador ya usado. Pensé durante un momento en aprovechar para salir corriendo, pero el miedo parecía haberse esfumado hacía una eternidad.
Los tres secuaces del verdugo nos apuntaban, sonreían al mirarnos para darnos a entender que seríamos los siguientes.
Ya no me importaba salir de allí herido o incluso morir, en mi corazón sólo había desprecio por el ser humano… nunca había entendido y aún a día de hoy sigo sin entenderlo... ¿Cómo es posible que el ser humano llegue a encontrar placer en el genocidio?. Segar vidas por dinero...
El eufórico verdugo arrojó a un lado de la calle el detonador y pareció serenarse tras su ataque de euforia. Sacó una pistola de la parte de atrás de su cintura y apuntó a mi cabeza.
- Tú serás el siguiente. - Me miró fijamente a los ojos. - No lloras chico. Dentro de ti, sabes que eres como nosotros. Y no mereces vivir.
- ¿Por qué? - No podía pensar en otra cosa más que en lo que sentía. Seguía sin entender nada. - ¿Por qué habéis hecho todo esto? – Le dije mirándole fijamente a los ojos.
- ¿Y por qué no hacerlo? - Pegó el cañón de su pistola contra mi sien y pegó su frente con la mía. - ¿Por qué seguir el orden dictaminado por los demás?
- ¿Qué? - Dije sin apartar la mirada.
- No seguimos ningún régimen político, no nos sometemos bajo el yugo de los más ricos y mayores embusteros del universo. Despierta y comprende lo que digo chico. Nosotros amamos la libertad.
-¿Política? - Me encaré con él apretando mi frente contra la suya con más fuerza. - ¿Toda esta mierda es por pura política?
El verdugo se apartó, se giró y caminó unos pocos pasos. -¡Noooooooo!- Gritó dándose la vuelta mientras negaba con la cabeza de una forma exagerada.- Esto es por la libertad del hombre, es un acto que reivindica que no nos hemos dado por vencidos. - Volvió a caminar hacia mí, para pararse a un par de metros de mí. - El mundo que conoces está dictaminado por normas, pautas, costumbres…ellos quieres que pienses lo que les interesa que pienses. No somos más que marionetas de un ideal. - Mientras me decía todo eso, me señalaba continuamente con la pistola.
- Estás loco.
- Si estar loco es tener bien claro lo que quiero… - Abrió sus brazos de par en par. - ¡Adoro la locura! ¡Estoy loco! Cada existencia en este mundo tiene su contrapartida. El blanco tiene al negro, el día a la noche, el mar al desierto… la civilización al caos. - Me volvió a pegar el cañón de la pistola contra mi sien. - Estoy aquí para romper el orden establecido, quebrantar las normas y hacer entender a todo aquel que se cree dueño de nuestras vidas, que no es así. Soy un efecto a la causa por la que tu mundo se mueve. Soy el antagonista perfecto para esta novela que acabamos de emprender.
Bajó la pistola, me sonrió y de repente todo volvió a quedarse en silencio. Se desplomó en el suelo y la sangre comenzó a brotar de su cabeza. Sus secuaces cayeron al suelo desplomados y la policía se acerco a nosotros.
- ¿Estáis todos bien?
Todos asentimos con la cabeza, pues no comprendíamos lo que había pasado… todo había sido muy rápido.
Los rehenes pasaban al lado del verdugo gritándole y maldiciéndole por asesino. Yo permanecía callado con la mirada fija al fondo de la calle. No entendía nada.
De repente una radio sonaba en el walkie de uno de los agentes que me ofrecía una manta.
“Atención hemos encontrado a todos los empleados del edificio que ha sido derribado encerrados en un local al otro extremo de la calle. No ha habido heridos ni muertos en el atentado al edificio. Mandar las unidades aquí”.
Ese día fue, en el que dejé de creer en el ser humano…