miércoles, 24 de junio de 2009

Inquieto silencio.




El silencio se abrió paso tras la ensordecedora explosión. No recuerdo bien si fue que todos acallamos o si fue la presión en mi cabeza al contraerse mi respiración, pero de repente no oía nada. En cuestión de segundos, mientras veía el edificio desplomarse al final de la calle algo, cambió dentro de mí.

El viento acalorado de las llamas no me hizo inmutarme, pues sólo pensaba en todas las vidas que se habían apagado después de que ese bastardo apretase el botón.

Tantas familias se habían quedado incompletas, tantas personas con una vida cada una… se habían extinguido, por la ira de un sólo individuo.

Frente a nosotros, el verdugo reía a carcajadas mientras lanzaba al aire el detonador ya usado. Pensé durante un momento en aprovechar para salir corriendo, pero el miedo parecía haberse esfumado hacía una eternidad.
Los tres secuaces del verdugo nos apuntaban, sonreían al mirarnos para darnos a entender que seríamos los siguientes.

Ya no me importaba salir de allí herido o incluso morir, en mi corazón sólo había desprecio por el ser humano… nunca había entendido y aún a día de hoy sigo sin entenderlo... ¿Cómo es posible que el ser humano llegue a encontrar placer en el genocidio?. Segar vidas por dinero...

El eufórico verdugo arrojó a un lado de la calle el detonador y pareció serenarse tras su ataque de euforia. Sacó una pistola de la parte de atrás de su cintura y apuntó a mi cabeza.

- Tú serás el siguiente. - Me miró fijamente a los ojos. - No lloras chico. Dentro de ti, sabes que eres como nosotros. Y no mereces vivir.

- ¿Por qué? - No podía pensar en otra cosa más que en lo que sentía. Seguía sin entender nada. - ¿Por qué habéis hecho todo esto? – Le dije mirándole fijamente a los ojos.

- ¿Y por qué no hacerlo? - Pegó el cañón de su pistola contra mi sien y pegó su frente con la mía. - ¿Por qué seguir el orden dictaminado por los demás?

- ¿Qué? - Dije sin apartar la mirada.

- No seguimos ningún régimen político, no nos sometemos bajo el yugo de los más ricos y mayores embusteros del universo. Despierta y comprende lo que digo chico. Nosotros amamos la libertad.

-¿Política? - Me encaré con él apretando mi frente contra la suya con más fuerza. - ¿Toda esta mierda es por pura política?

El verdugo se apartó, se giró y caminó unos pocos pasos. -¡Noooooooo!- Gritó dándose la vuelta mientras negaba con la cabeza de una forma exagerada.- Esto es por la libertad del hombre, es un acto que reivindica que no nos hemos dado por vencidos. - Volvió a caminar hacia mí, para pararse a un par de metros de mí. - El mundo que conoces está dictaminado por normas, pautas, costumbres…ellos quieres que pienses lo que les interesa que pienses. No somos más que marionetas de un ideal. - Mientras me decía todo eso, me señalaba continuamente con la pistola.

- Estás loco.

- Si estar loco es tener bien claro lo que quiero… - Abrió sus brazos de par en par. - ¡Adoro la locura! ¡Estoy loco! Cada existencia en este mundo tiene su contrapartida. El blanco tiene al negro, el día a la noche, el mar al desierto… la civilización al caos. - Me volvió a pegar el cañón de la pistola contra mi sien. - Estoy aquí para romper el orden establecido, quebrantar las normas y hacer entender a todo aquel que se cree dueño de nuestras vidas, que no es así. Soy un efecto a la causa por la que tu mundo se mueve. Soy el antagonista perfecto para esta novela que acabamos de emprender.

Bajó la pistola, me sonrió y de repente todo volvió a quedarse en silencio. Se desplomó en el suelo y la sangre comenzó a brotar de su cabeza. Sus secuaces cayeron al suelo desplomados y la policía se acerco a nosotros.

- ¿Estáis todos bien?

Todos asentimos con la cabeza, pues no comprendíamos lo que había pasado… todo había sido muy rápido.

Los rehenes pasaban al lado del verdugo gritándole y maldiciéndole por asesino. Yo permanecía callado con la mirada fija al fondo de la calle. No entendía nada.

De repente una radio sonaba en el walkie de uno de los agentes que me ofrecía una manta.

“Atención hemos encontrado a todos los empleados del edificio que ha sido derribado encerrados en un local al otro extremo de la calle. No ha habido heridos ni muertos en el atentado al edificio. Mandar las unidades aquí”.

Ese día fue, en el que dejé de creer en el ser humano…

domingo, 21 de junio de 2009

Reflexión antes del final.




18 de Marzo de 2000

La consumación del letargo se acercaba cada vez más. Sus pensamientos anclados en un tiempo ya olvidado, cobraban vida, pese a que el recuerdo de su existencia se había disipado como la llama de una cerilla, fugaz, intensa e inservible tras su función.

La luna había menguado demasiado y la señal era cada vez más evidente, el fin de todos sus hijos se hacía evidente. Su largo descanso y la transigente espera llegaban a su final. Demasiado tiempo había marchitado al mundo, demasiado odio corría en la sangre de sus hijos. Y demasiadas… ansias de poder.

La inmortalidad no es un juego, sino un castigo. No había nada más ruin que el sobrevivir alimentándose de la vida de otros. Pero ¿Qué diferencia hay de lo que hacen los humanos? ¿Acaso los humanos… no asesinan animales para alimentarse y así sobrevivir? No es más que la cadena alimenticia…

Pero la inmortalidad a la sombra, bajo el yugo amenazador del día. El viaje por la eternidad y bajo la mirada decepcionada de tu propio padre, creador. Era el peor de los castigos.

-¿Qué has hecho con tu hermano?

- Él me lo pidió, el dijo que le entregase aquello que considerase más puro, aquello que más amara…

El precio de complacer aquello que le dio la vida, no fue más que el de entregarle lo que más estimaba. Su propia sangre, su propio amor, su propio hermano.

Él dio la espalda al culpable de su motivación, al que consideró el culpable de lo que había hecho. Al culpable de la sangre derramada en sus manos. Se entregó al castigo, al castigo de la inmortalidad maldita y la eterna soledad.

Solamente creó a unos pocos, para no sentirse sólo y esos pocos traicionaron su confianza. Así marchó… poniendo viento, fuego, tierra y agua por medio para separarse de aquella aberración creada… Comprendió y aceptó la magnitud de su castigo, así desapareció y se entregó al sueño de los tiempos.

Ya quedan pocas noches para que su ausencia se disipe y vea que sus hijos rompieron con la promesa de salvaguardar lo que eran… pasaron de ser apenas una ciudad… a convertirse en una plaga que acecha el mundo entero.

El final de todo se acerca y es inevitable, las señales ya se han mostrado, las cartas están echadas y todos hemos perdido con un repóker de Ases. Hemos perdido en una partida amañada por nosotros mismos. Hemos abandonado las buenas cartas, aferrándonos a un enorme farol que no trasciende y en el que nadie cree. ¿Es una broma? No lo sé, sólo sé que el mundo que hemos creado se está desmoronando y cuándo el letargo del padre acabe… vendrá para acabar con sus hijos. No habrá castigo, replicas, ni juicios… sólo la nada y el olvido. La extinción y la pesadilla eterna.

Lo único que nos queda es parar y reflexionar. ¿Desde qué momento hemos caído en el tremendo error de coger aquello que no nos pertenece? Sólo queda reflexionar y pedir perdón. Pues el final se acerca y no podemos hacer nada.

Si alguien lee esto, es que el mundo no se ha extinguido y sólo hemos desaparecidos nosotros.


Mi nombre es Marco Octavio de Itálica, Nací en el 347 a.d.C y soy un Vampiro Independiente a cualquier Secta, Religión, Orden o Clan. Nací siendo un hombre libre y así es como desapareceré.