viernes, 3 de febrero de 2012

Uno de los nuestros.



Estaba nervioso, no todos los días lo encerraban en una habitación para interrogarle... Las manos estaban sudorosas y la cabeza le iba a estallar.
Si esos bastardos registraban su coche... estaba acabado, habría dado lo que fuese por que fuese
fulminado... Cualquier cosa antes que ir a la cárcel.

Los agentes Leopold Ketten y Benjamin Chains lo asediaban a preguntas, todas en relación con la Familia. Ese par de sabuesos no se habían rendido en años y no lo harían ahora.

- Bien... Dan. Sabes muy bien lo que queremos oir. Es la única forma de que salgas bien de esta. - Dijo Leopold. - Sabemos que te relacionas con ellos. No tenemos claro que papel juegas en todo esto, pero sí que eres uno de ellos. - Cruzó los brazos sobre la carpeta cerrada en la mesa. Sus ojos azules se clavaban sobre Dan.

Dan respiraba profundo. Ese estúpido madero no podría comprender nunca lo que significaba la Familia. Él nunca había sido un chivato y ese no sería el día en que eso cambiara.

- No sé de que me hablan agentes. Ni siquiera sé que hago aquí. - Dijo reprochando al policía. Intentaba aparentar serenidad - Quiero que llamen a mi abogado. No pueden detenerme así por las buenas. - No tenía claro como iba a salir de aquel entuerto, pero no iba a darles carnaza con la que jugar.

- Estoy muy cansado tío. - Discutió Benjamin mientras se guardaba las gafas de sol. La coleta y la barba bien parecían postizos de lo poco que se ocupaba de su imagen. - ¿Eres consciente de que estás encubriendo a una de las mayores organizaciones criminales de Europa? Si no cantas pronto, te acusaremos de encubrimiento delictivo. Eso no tengo claro que tiempo será en el agujero, pero seguro que no es poco. Por no hablar de lo que se sumará por lo que encontremos en tu casa.

- ¿Yo? - Dan se recostó sobre la silla. - No sé de que hablan y no tienen pruebas de que yo haya hecho nada agente Chains. Quiero ver a mi abogado, ya lo he dejado bastante claro me parece.

Leopold suspiró, la paciencia no era una de sus virtudes. Levantó los brazos y abrió la carpeta.

Pronto empezó a colocar fotografías delante de Dan. La cara de Benjamin se tensó de impaciencia.

- ¿Me vas a negar que conoces a éstos tipos? - Dijo señalando las fotografías ante Dan. - No tengo todo el día. Si nos ayudas... Nosotros seremos tus amigos, diremos al juez que sólo fuiste una víctima de extorsión, que nos ayudaste. Pasarás como mucho un año en la cárcel, que podrías cambiar por un par de años de trabajos sociales.

Dan observaba las fotografías, sabía muy bien quiénes eran. Al igual que sabía que estos dos policías no entenderían jamás el valor de la lealtad hacia la Familia. Sólo el Don reparte justicia. Quizás las formas a veces no fuesen las más adecuadas, pero eran gajes del negocio. Alguien tiene que hacer lo que se debe. Jamás soltaría una sola palabra.

- Quiero hablar con mi abogado. - Dijo claramente y eso hizo que Leopold se levantase de un golpe sobre la mesa.

Empujando a Benjamin hacia atrás, se acercó a Dan señalando cada una de las fotos.

- Enmanuel alias "Iron-Man", especialista en temas comerciales. Dicen que es muy duro en sus negociaciones y no se le escapa ni una. - Como una flecha el índice de Leopold se clavó sobre otra. - Andrew alias "El Hombre", es el sicario de confianza. Un tipo duro de verdad de la vieja escuela. Ningún matón de la ciudad se atreve a decir su nombre sin sentir un escalofrío. Sabemos de todos sus trabajillos, pero el muy cabrón es impecable y nunca deja pruebas que le relacionen con nada. - Levantó el dedo para señalar la siguiente fotografía. - Joseph alias "El Maestro", trasladado recientemente a Barcelona, ampliando el negocio en otras ciudades. Se dice que ha contratado varios sicarios ya para empezar algo gordo. - Miró fijamente a Dan esperando respuesta, al ver que no obtenía nada continuó. - Louis, alias "Mickey", sospechoso en cierto ajuste de cuentas en 2007. Se marchó a Madrid y sabemos que ha adquirido varios locales en extrañas circunstancias. - Prosiguió con la siguiente. - Raymond, alias "El Consigliere", asesor legal de la organización. Es especialista en conseguir "cambios de opinión" cuando un asunto legal no sale como es esperado. - Observó durante unos segundos, en silencio, cómo Dan observaba las fotografías. - Y por último John M., alias "El Don". El Jefe de esta organización criminal. No tenemos pruebas, pero sabemos que está implicado en todos los chanchullos de los anteriormente mencionados.

Dan negó de nuevo, esta vez con la cabeza. Estaba cansado y miraba el reloj que había sobre la puerta constantemente.

- Inspector, con el debido respeto... sigo sin comprender nada. Es cierto que quizás conozca a estos hombres de vista... Pero los conozco como usted conoce a los vecinos de su barrio. - Se rascó la barba. - No estoy metido en ninguno de los asuntos que ha insinuado. Estoy limpio. Por favor, quiero hablar con mi abogado.







Benjamin que observaba la escena junto a la puerta, se acercó a la mesa y abrió la carpeta de su compañero. Sacó una nueva fotografía y al dejo caer sobre la mesa. En ella, Dan salía junto a Joseph, Emmanuel y John M. Los dos inspectores se quedaron en silencio mirando fijamente a Dan, el cuál cogió la foto para verla más de cerca. Entonces su cara esbozó una sonrisa.

- ¿Te hace gracia? - Replicó Leopold. - Estás cogido por los huevos maldito embustero. Un tipo como tú, seguro que encontrará un novio rápido en el trullo.

- ¿Es que ahora se considera un delito hacerme fotos? - Dan logró asentar sus nervios. - Si miran bien, estábamos en las fiestas locales. No puedo evitar no relacionarme con las personas que veo en una fiesta. Por esa regla de tres... ¿También puedo ir a la cárcel por hacerme fotos con mi familia?. Si es así, arresten a mi madre que es la dueña de la cámara de fotos. - Bromeó. - Quiero marcharme, si me van a retener más tiempo necesito que me dejen llamar a mi abogado.

Benjamin le observaba impotente. En el fondo tenía razón, era cuestión de tiempo. Pero aún jugaban con la carta de la orden de registro. El juez estaba a punto de firmarla y entonces encontrarían algo que lo relacionara con estos criminales directamente.

Entonces un par de golpes sonaron en la puerta. Leopold se acercó y abrió un poco para ver quien llamaba. Habló con alguien que estaba fuera y después se giró hacia Benjamin.
- Ya está aquí. - Le comentó a su compañero con cara de hastío. Abrió la puerta y Raymond entró con su maletín.

- Buenas tardes caballeros. Soy Raymond P... - En ese momento Leopold le interrumpió.

- Sabemos muy bien quien eres picapleitos de los cojones. A ver con que nos vienes ahora. Te advierto que aquí tu cliente está pringado hasta el culo y es cuestión de minutos que tengamos una orden de registro para ir a por su casa y su coche... seguro que encontraremos algo más. - Leopold miró a Benjamin esperando la respuesta de Raymond.

- ¿Pringado hasta el culo? - Raymond lanzó sobre la mesa una copia del informe de arresto de Dan. - Han arrestado a mi cliente por defenderse de una paliza por tres individuos en la puerta de un bar. Mi cliente dio negativo en la prueba de estupefacientes y en alcohol. En cambio los tres tipos estaban hasta arriba de anfetaminas. Y no están arrestados.

- Raymond, este hombre le ha roto una pierna y dos costillas a uno de esos tipos. - Dijo señalando a Dan. - Otro sigue inconsciente con la nariz destrozada y el que mejor ha salido no es capaz de permanecer de pie más de 2 segundos. - Se encaró con el abogado. - Sabemos que les estaba vendiendo material y por lo que sospechamos el trato se fue al carajo, por eso la pelea.

- Agente... esos tipos intentaban robar a mi cliente. Tengo dos testigos que lo jurarían en un juicio. - Miró su reloj. - Dan se defendió simplemente. No obstante queda pendiente de juicio y su fianza ha sido pagada.

Benjamin le quitó las esposas a Dan a regañadientes. - No te saldrás con la tuya...

- Por cierto Dan. - Raymond se dirigió a su cliente. - Ahora deberías poner una denuncia, tu madre me ha llamado diciendo que han robado varios coches en tu barrio y uno de ellos es el tuyo.

En aquel momento la tranquilidad masajeó la espalda de Dan, mientras que su tensión fué a parar sobre la cabeza de los inspectores.


. . .
30 minutos después...



- ¿Qué pasó realmente Dan?. - Preguntó Raymond mientras conducía.

- Pues nada, que esos putos monos de feria me debían pasta y pensaron que acojonándome en la puerta del bar donde todos los días voy a tomar café, haría que me olvidase de la pasta. Esos hijos de puta vinieron a mi propia calle a joderme.- Contaba Dan. - Raymond, sabes bien que yo no cago a nadie. Soy comprensivo... pero ellos tienen que entender que yo no vivo del aire joder.

- Te entiendo perfectamente. - Repuso Raymond. - La Familia te apoya, lo único es que te tendrás que comprar un coche nuevo. Tenías demasiada mercancía y no ha sido sencillo para los nuestros. En un par de días aparecerá reventado y casualmente antes de que llegue la policía saldrá ardiendo por una colilla mal apagada del ladrón. Son... cosas que pasan.

- No hay problema. Ahora que caigo... - Dan permaneció pensativo. - ¿Cómo cojones sabían esos tres dónde suelo desayunar por las mañanas? ¿Cómo sabían dónde vivo?

- De eso hablaremos en otro momento Dan. Esos tres gilipollas trabajan para el Rumano.

- Hijo de puta... ¿Ahora que haremos? - Preguntó Dan.

- Tranquilo, el Don lo tiene todo controlado. - Respondió Raymond.


viernes, 22 de octubre de 2010

Menú del día.







Colocó la palma de su mano sobre aquella fría puerta de metal y empujó para entrar de la forma menos brusca posible. No era su intención el llamar demasiado la atención (al menos por ahora).

Un olor fuerte salió hacia la calle. Tabaco, olor corporal de una treintena de personas que estaban allí, un cóctel de aromas a los 10 tipos de platos combinados que servían y sobre todo poca ventilación.

Buscar una mesa libre fue algo complicado, estaba lleno de obreros al ser un Jueves. Pero localizó una lo suficientemente apartada para estar un poco tranquilo.
Se sentó y en seguida un camarero se le acercó con una libreta y un bolígrafo.

- Bienvenido al Mesón Casa Pepe, ¿Qué le pongo para tomar?.

Miró hacia el camarero con detenimiento. Era alto, moreno con algunas canas que marcaban su bien entrada cuarentena y con un gran bigote negro como su pelo. Portaba un lápiz en la oreja y vestía con una gran camisa blanca tipo chef.

- Mmmm... Quiero una Coca-Cola y un par de sobres de ketchup, por favor.

El camarero le observó extrañado.

- De acuerdo... ¿Ha decidido que combinado desea para comer?

- Sí, quiero un 6.

- Combinado 6. Huevos fritos, pimiento frito, pollo a la plancha acompañado de patatas fritas. ¿Desea el extra de Bacon? Por un par de euros más, añadimos bacon al plato.-
Contestó el camarero.

- De acuerdo.

El camarero se encaminó hacia la barra.

Tras echar una mirada periférica al local, se metió la mano en su americana para sacar un pequeño cuaderno con tapas de cuero desgastado. Lo colocó sobre la mesa y se levantó para dejar en el respaldo de la silla que le acompañaba la chaqueta de su traje.

Deslizó por un momento sus dedos sobre la tapa de aquel cuaderno pensativo y quitó la goma que lo cerraba.
En ese momento unos pasos se detuvieron frente a la mesa. Era el camarero que traía una botella de cocacola pequeña y un vaso con hielo.

Ni siquiera miró al camarero mientras dejaba el vaso y la botella sobre la mesa. Estaba inmerso en sus notas.
Tras revisar sus notas para ese día cerró la libreta y la guardó en la chaqueta. Vertió el contenido de la botella en el vaso y esperó a la comida tranquilamente.

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Mientras destrozaba el bacon con el tenedor pensó que quizás le dieron el nombre del local mal o algo, pues la persona que buscaba no estaba.

Y su móvil vibró.

- ¿Si?

- Soy yo.

- Sí, dime.

- Han convocado a las familias.

- ¿Y eso?

- No me lo han confirmado, pero hay rumores...

- Entiendo.

- Por ello nos gustaría que en los próximos días estés lo más localizable posible, para confirmar cuándo nos reuniremos.

- ¿Qué insinúas?

- Nada.

- Si no te cojo la llamada es porque estoy ocupado como siempre. ¿Qué pasa que uno no puede trabajar tranquilo, descansar o irse de putas?

- Tranquilo Andrew, no pasa nada. Es sólo que si tenías planeado algún viaje para los próximos días… lo pospongas por el momento, por favor. Se ha insistido mucho en que estés presente.

- De acuerdo.

- Perfecto. Estamos en contacto.

- Adiós.


Colgó la llamada y en ese momento sus ojos se desviaron hacia la puerta que se abría para dejar paso a un par de sujetos.

"Ya era hora" pensó.

Los hombres se sentaron en una mesa algo alejada, pero lo suficientemente visible para tenerlos controlados.

Continuó con su comida con suma tranquilidad. De vez en cuando observaba de reojo aquella mesa. Necesitaba estar al tanto para no perder la oportunidad que buscaba.

Y así fue. Terminó su comida y mientras esperaba abrió los sobres de kétchup que había reservado para verterlos en su coca cola. Introdujo su tenedor para moverlo un poco y listo para tomar. Pero algo le interrumpió.

La persona a la que buscaba se levantó de su mesa y se dirigió hacia el baño de caballeros. A lo cual, ocultó el cuchillo lunch en la manga de su camisa y lo siguió para realizar su cometido.

Entró en el baño y se lavó las manos mientras un tercer hombre que nada tenía que ver con aquello terminaba de lavarse las suyas para salir.
Entonces con delicadeza sacó el cuchillo lunch y atrancó la puerta clavándolo justo en el pliegue de la bisagra, de forma que no abrirían la puerta.

Observó el baño rápidamente y llamó a la puerta del retrete donde se encontraba el hombre que buscaba.

- ¡Joder! Estoy meando.

- Disculpe caballero.


Retrocedió unos pasos hacia tras y en una embestida sacudió la puerta de una patada. La puerta cedió fácilmente, pues era de una madera muy fina. El típico mobiliario cutre de un bar restaurante aún más cutre.

El tipo balbuceaba algo mientras intentaba ponerse en pie con la puerta sobre su espalda. El pobre desgraciado se había roto la mandíbula con la cisterna del retrete y dislocado algún que otro dedo, el golpe le pilló intentando subirse la bragueta.

- No te levantes o será peor gilipollas.

Dijo mientras pisaba la puerta para impedir cualquier movimiento de aquel tipo.

- Hoy no te pasará nada más si haces lo que te diga. Si me cabreas te saco los ojos y se los hago comer a tu amigo de ahí fuera.

Un sollozo y un sonido balbuceante salieron de debajo de la puerta. Entonces pisó más fuerte.

- Vas a pagar lo que debes. Tienes una semana y el interés ha subido al doble. No sirven tus lloriqueos conmigo, te he visto malgastar el dinero que debes en putas. Cosa que quizás a tu mujer no le gustaría saber.

Otro balbuceo de afirmación se oyó.

- Una cosa más. Voy a salir de este baño y tú no saldrás hasta dentro de 15 o 20 minutos. Dirás a todos que te has tropezado por que ibas muy bebido. Si oigo que dices algo distinto… tendremos otra charla en algún lugar más privado.

El tipo sollozaba, estaba cagado de miedo. Cosa que le aseguró la situación.

Se dirigió a la puerta y al desatrancó. Al salir había un hombre con un crío.

- Yo esperaría un poco. Hay un tipo dentro que se ha caído borracho y está montando una escena que no sería muy conveniente quizás para el crío.

- Gracias.

El tipo de marchó y él siguió hasta su mesa. Depositando el cuchillo junto al resto de cubiertos. No se sentó. Se puso su chaqueta, dejó unos billetes sobre la mesa y de un trago se tomó su Coca Cola con Kétchup.

Se marchó sin prestar atención al camarero que le intentaba dar el cambio de la comida.

jueves, 26 de noviembre de 2009

La primera noche






Lanúk, observaba aquella ciudad mortal con detenimiento. La noche mecía un aire viciado. La mezcla del humo con un incipiente aroma dulce proveniente de algunos árboles crearon un olor extraño, algo que nunca había olido en el mundo del que venía.


Miró a su alrededor y sólo habían unos refugios convertidos en hogares para los mortales, al parecer habían evolucionado bastante los humanos. Grandes edificios, anchos caminos llamados “calles”. Habían desarrollando el uso de la electricidad, de tal manera que eran capaces de manipularla a su necesidad o mejor dicho…antojo.


Varias casas encima de otras y algún árbol introducido entre esa jungla de piedra y tierra. Observó a lo lejos un pequeño terreno con más plantas de lo normal, tenía grandes y fuertes árboles, sitios dónde sentarse y algunos extraños artilugios, los cuáles no encontraba explicación alguna para definir su función. Todo iluminado por las escasas luminarias comerciales, acompañadas de un enorme río que fragmentaba la ciudad en dos.


Una pareja de mortales conversaban sentados allí. Ella de pelo negro azabache con un abrigo color verde oscuro, que le cubría casi todo el cuerpo y él de pelo rojizo, alto y con un abrigo color azul que le cubría hasta la altura de la cintura.; abrazados el uno al otro se demostraban su amor. Lanúk en su curiosidad por el pensamiento humano, se concentró en agudizar sus sentidos para oír lo que decían.


- Raúl…te quiero - Decía la chica.


- Yo también te quiero Mónica- Contestó el chico, sacando una pequeña caja del bolsillo de su abrigo. Creo que ha llegado el momento de dar un paso más y de hacerte una pregunta. ¿Quieres casarte conmigo, Mónica?- Dijo el chico mientras abría la caja para enseñarle algo que no distinguió bien, pero que tenía un brillo dorado.

La chica enrojeció y se quedó sin palabras.


Mientras tanto Lanúk comenzó a oír a una mujer pedir auxilio desde el otro lado de la calle. Entonces se giró para observar mirando por la otra cara de la casa. Una mujer caía al suelo mientras 2 chicos vestidos con ropajes oscuros corrían con un saco en las manos en dirección a una especie de casa andante de color gris.


-¡Vamos, subid al maldito coche! Les decía alguien desde dentro.


Permaneció observando la maldad de esos humanos, esperando ver llegar a los agentes de la justicia, para impartirla en aquel lugar.


Pasaba el tiempo y nadie aparecía, incluso pensó en darles un escarmiento a aquellos ladrones, pero recordó una de las normas del Angelión “No intervendréis en el mundo mortal”. Y permaneció a la espera. Tras unos minutos, la señora se puso en pié y se encaminó calle abajo. Nadie había aparecido para ajusticiar el hecho… ¿Es que no hay justicia en el mundo humano?


De repente, el zumbido de unas campanas replicando penetraron en el oído de Lanúk, haciéndole respirar más rápido por el susto ocasionado y provocándole un extraño mareo.


Este mundo era más hostil de lo que creía ¿Merecía la pena luchar por él?

miércoles, 7 de octubre de 2009

Hierro del número 3.



Respiró hondo, cerró los ojos y relajó sus músculos mientras mantenía la postura. Sostenía el frío y alargado acero entre sus dedos.

Concentración y decisión transmitida a sus manos.

Contuvo el aire en sus pulmones por unos segundos, balanceó la barra de acero y golpeó su objetivo con todas sus fuerzas.

No quiso mirar y expulsó el aire tranquilamente. Algo le había salpicado en los pantalones al impactar.

Temiendo lo peor miró hacia abajo localizando la suciedad de siempre, esa sustancia resbalaba por sus espinillas manchando de goterones el suelo.

Enterró su motivación del día en la ira que le provocó las manchas en su nuevo traje y golpeó su objetivo varias veces, hasta dejar la superficie lo más amorfa posible.

Un llanto ahogado sonó a unos pocos metros. Se giró y visualizó a esa rata, esperando ver si también dejaría su cráneo fragmentado en trozos aleatorios sin sentido.

Levantó el hierro y le señaló, dando a entender que si todo no iba de la forma prevista sería el siguiente bulto de carne inerte que ensuciaría la moqueta de aquella habitación de hotel.

Asintió con la cabeza mientras todo su cuerpo temblaba.

Era de entender...

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20 minutos después.

Un tono…

Dos tonos…

Tres tonos…

Cuatro tonos...


- ¿Sí?

- Raymond, ya está hecho.

- ¿Algún contratiempo Andrew?

- Nada que no se pueda resolver con un partido de golf.

- Entiendo.

- Dígale al Don que este tema está zanjado. No volverán a cerrar más el local.

- Perfecto. Se lo haré saber, seguro que se alegrará de que hayas solucionado este asunto con tanta brevedad. Como siempre.

- Bien. Si me necesitan ya saben donde localizarme.

- Sí. El Don agradece tu fidelidad y la eficacia de tu trabajo. Estamos en contacto.

- De acuerdo, hasta pronto.


viernes, 28 de agosto de 2009

Nostalgias


Las palabras se convirtieron en pasado, los pasos anidaron tiempo en sus entrañas y las marcas que dejaron hacía tiempo que se desvanecían con el paso de Cronos.

Era curioso pararse a pensar cuanto tiempo había pasado desde la última vez y todo lo que sufrió para mutar el cambio que necesitaba. Pero sonrió y cerró los ojos.

El nuevo aire penetraba una vez más en sus pulmones, mientras la melancolía inundaba su mente trasladándole hasta momentos ya pasados, buenos momentos sin duda. Miraba al cielo con los ojos cerrados y sonreía pensando en lo que dejó atrás… Familia, amigos, compañeros, conocidos… personas de las cuáles se había alejado y distanciado; personas de las que era necesario separarse para poder avanzar en el camino.

Estiró los brazos como si esperase recibir el abrazo más grande que jamás habría notado un ser humano. Cerró los ojos con más fuerza y volvió a sonreír. Pensó en aquellas personas que formaron parte de su vida y que dejó atrás… personas que la distancia había roto casi el contacto, personas que fueron pilares importantes en determinado momento de su vida y que contribuyeron en la forja de su alma.

Sus pies se pusieron de puntillas, estirando su cuello hasta el cielo azul. Abrió los ojos, miró las nubes y asintió con la cabeza. Estaba dispuesto a volar hacia lo más alto.

Volvió a pensar en que había dejado todo eso para apostar por un nuevo sueño. Una lágrima irrumpió por su mejilla derecha. Su gesto era más serio y sus pómulos tensaron el resto de su cara.

Quería volar, volar muy rápido. Poder forjar el nuevo sueño y revivir momentos felices con los pilares de su persona. Quería destruir la tierra que separaba sus dos vidas y unirlas… o simplemente mantenerlas la una al lado de la otra…

No era posible, pero se conformó con saber que aquellos seres que fusionaron su materia prima para forjar su camino estaban bien, felices y que pese a realizar sus vidas sin contar con él como un elemento común… nunca le olvidan.

Se inclinó hacia atrás y se dejó caer lentamente… no había equilibrio posible, ni tampoco fue buscado. El viento sintió su caída y segundos después al contacto con el suelo le acomodó entre el césped y la sombra de aquel viejo árbol del parque mientras esbozó una sonrisa a la par que tarareaba una vieja melodía ya común en él.

miércoles, 8 de julio de 2009

El sueño pactado.




Las palabras no eran menos importantes que los gestos, sino la importancia que les dieron. Las miradas no decían nada distinto, pues por ellos era sabido que era el final.

Permanecían en silencio a la orilla de aquel río, salvaguardados por el manto de la noche y las luces envidiosas de la ciudad.

Un simple “Quédate” o un “Ya te llamaré” hubiese estado de más. Conocían muy bien los caminos separados que seguirían. Él marchaba lejos, persiguiendo un sueño y ella tomaría la senda del olvido apelando a los brazos de alguien que realmente la cuidaría.

Sus caminos no volverían a cruzarse más, o al menos no de la misma forma, cuando volvieran a verse… todo habría cambiado y aunque en sus almas quedase la huella del ayer sus mundos habrían cambiado tanto que el reencuentro sería doloroso y extraño. Inadaptable a sus costumbres. Un reencuentro superficial engañándose a si mismos… pero era por el bien de ambos.

Pactando bajo la luna acordaron vivir esa última noche como un sueño, sin fecha, sin lugar… un sueño que recordarían el resto de sus vidas y del que jamás hablarían. Un sueño en el que alojarse cerrando los ojos, un sueño en el que harían todo aquello que les quedara pendiente por hacer…como si de acabarse el mundo al amanecer se tratase, vivieron el sueño de la última noche.

Las horas pasaron y el tiempo hizo mella en el manto que les protegía. El brillante Helios apareció y todo se esfumó. El sueño, las flores, la pasión y el vino… todo se marchó y la realidad volvía sobre sus espaldas. Ése era el verdadero final al que tanto temían y el que ambos habían elegido.

Juntos recorrían el trayecto que llevaba desde la cama hasta la puerta de la casa. Paseaban lentamente agarrados de la mano, como si de unos condenados a muerte se tratase… aparentando ser fuertes y sin dejar que la tristeza ahogara el día. Pactando el vivir del recuerdo cuando la nostalgia les invadiese, llegan al portal.

Él, temblando, cruzó el portal y se giró para reencontrarse en las pupilas de su cómplice en aquel sueño.

Durante unos segundos se miraron fijamente, no pronunciaron ni una sola palabra, pues sus miradas eran todo lo que necesitaban oír. En ese tiempo congelado, los corazones se quebraron, dejando algo en aquel lugar.

Un leve gesto de despedida con la mano y ambos pronunciaron al unísono “No me olvides, por favor”. Y ambos sonrieron asintiendo con la cabeza. Él dio unos pasos atrás y con una leve inclinación a modo de despedida, se dio la media vuelta, mientras que Ella cerraba la puerta.

Al cruzar la esquina de su calle, Él se giró y lanzó una mirada al portal, casi obligada a decir  “Adiós”, mientras ella tras la puerta intentó pronunciar alguna palabra...

Pero no pudieron hacer nada más que dejarse llevar por el silencio.

miércoles, 24 de junio de 2009

Inquieto silencio.




El silencio se abrió paso tras la ensordecedora explosión. No recuerdo bien si fue que todos acallamos o si fue la presión en mi cabeza al contraerse mi respiración, pero de repente no oía nada. En cuestión de segundos, mientras veía el edificio desplomarse al final de la calle algo, cambió dentro de mí.

El viento acalorado de las llamas no me hizo inmutarme, pues sólo pensaba en todas las vidas que se habían apagado después de que ese bastardo apretase el botón.

Tantas familias se habían quedado incompletas, tantas personas con una vida cada una… se habían extinguido, por la ira de un sólo individuo.

Frente a nosotros, el verdugo reía a carcajadas mientras lanzaba al aire el detonador ya usado. Pensé durante un momento en aprovechar para salir corriendo, pero el miedo parecía haberse esfumado hacía una eternidad.
Los tres secuaces del verdugo nos apuntaban, sonreían al mirarnos para darnos a entender que seríamos los siguientes.

Ya no me importaba salir de allí herido o incluso morir, en mi corazón sólo había desprecio por el ser humano… nunca había entendido y aún a día de hoy sigo sin entenderlo... ¿Cómo es posible que el ser humano llegue a encontrar placer en el genocidio?. Segar vidas por dinero...

El eufórico verdugo arrojó a un lado de la calle el detonador y pareció serenarse tras su ataque de euforia. Sacó una pistola de la parte de atrás de su cintura y apuntó a mi cabeza.

- Tú serás el siguiente. - Me miró fijamente a los ojos. - No lloras chico. Dentro de ti, sabes que eres como nosotros. Y no mereces vivir.

- ¿Por qué? - No podía pensar en otra cosa más que en lo que sentía. Seguía sin entender nada. - ¿Por qué habéis hecho todo esto? – Le dije mirándole fijamente a los ojos.

- ¿Y por qué no hacerlo? - Pegó el cañón de su pistola contra mi sien y pegó su frente con la mía. - ¿Por qué seguir el orden dictaminado por los demás?

- ¿Qué? - Dije sin apartar la mirada.

- No seguimos ningún régimen político, no nos sometemos bajo el yugo de los más ricos y mayores embusteros del universo. Despierta y comprende lo que digo chico. Nosotros amamos la libertad.

-¿Política? - Me encaré con él apretando mi frente contra la suya con más fuerza. - ¿Toda esta mierda es por pura política?

El verdugo se apartó, se giró y caminó unos pocos pasos. -¡Noooooooo!- Gritó dándose la vuelta mientras negaba con la cabeza de una forma exagerada.- Esto es por la libertad del hombre, es un acto que reivindica que no nos hemos dado por vencidos. - Volvió a caminar hacia mí, para pararse a un par de metros de mí. - El mundo que conoces está dictaminado por normas, pautas, costumbres…ellos quieres que pienses lo que les interesa que pienses. No somos más que marionetas de un ideal. - Mientras me decía todo eso, me señalaba continuamente con la pistola.

- Estás loco.

- Si estar loco es tener bien claro lo que quiero… - Abrió sus brazos de par en par. - ¡Adoro la locura! ¡Estoy loco! Cada existencia en este mundo tiene su contrapartida. El blanco tiene al negro, el día a la noche, el mar al desierto… la civilización al caos. - Me volvió a pegar el cañón de la pistola contra mi sien. - Estoy aquí para romper el orden establecido, quebrantar las normas y hacer entender a todo aquel que se cree dueño de nuestras vidas, que no es así. Soy un efecto a la causa por la que tu mundo se mueve. Soy el antagonista perfecto para esta novela que acabamos de emprender.

Bajó la pistola, me sonrió y de repente todo volvió a quedarse en silencio. Se desplomó en el suelo y la sangre comenzó a brotar de su cabeza. Sus secuaces cayeron al suelo desplomados y la policía se acerco a nosotros.

- ¿Estáis todos bien?

Todos asentimos con la cabeza, pues no comprendíamos lo que había pasado… todo había sido muy rápido.

Los rehenes pasaban al lado del verdugo gritándole y maldiciéndole por asesino. Yo permanecía callado con la mirada fija al fondo de la calle. No entendía nada.

De repente una radio sonaba en el walkie de uno de los agentes que me ofrecía una manta.

“Atención hemos encontrado a todos los empleados del edificio que ha sido derribado encerrados en un local al otro extremo de la calle. No ha habido heridos ni muertos en el atentado al edificio. Mandar las unidades aquí”.

Ese día fue, en el que dejé de creer en el ser humano…